Steve Norman in Vigo
La Voz de Galicia publicó ayer en contraportada la curiosa noticia de la conexión que el saxofonista de Spandau Ballet, Steve Norman, tiene con Galicia, su ex-mujer que es viguesa y vive allí con su hija. Incluimos el reportaje de prensa:
La Voz de Galicia published yesterday on its back cover the curious news about Spandau Ballet's saxo-player's conexion with Galicia: his ex-wife is from Vigo & lives there with their daughter. We enclose the complete press article in Spanish:
Desde que nació Spandau Ballet en 1979, hasta que desapareció diez años después, la banda formada por Tony Hadley, Steve Norman, John Keeble y los hermanos Gary y Martin Kemp despachó 23 millones de discos. El mítico grupo británico lideró el movimiento new romantic, lució hombreras sin fin, trajes imposibles y peinados inamovibles y firmó megaéxitos como Gold, True u Only When You Leave, entre otros muchos. Ahora, tras 20 años separados (y prácticamente sin dirigirse la palabra), regresan con nuevo disco, una gira internacional que pasará por Madrid y Barcelona en marzo y muchas ganas de recuperar el tiempo perdido en malos rollos entre ellos, que llegaron hasta los tribunales.
Curiosamente, Steve, el rubio saxofonista, está estrechamente relacionado con Galicia. Concretamente, con Vigo, ciudad a la que acude asiduamente y donde ha pasado buena parte de las Navidades, ya que es aquí donde reside su hija menor, Lara, de 11 años, con su madre, la viguesa Menchu Arquero. Su hijo mayor, Jack, vive ahora con él en Londres. La pareja, ya separada pero muy bien avenida, se conoció en Ibiza. Allí había emigrado en los noventa para lamerse las heridas de la traumática separación del grupo. «Me dolió mucho. Me amargué. Para mí fue un desastre porque éramos muy buenos amigos, una familia. Fue una época muy importante, la banda sonora de mi vida», reconoce. Pero cuenta que se curó con sol y una terapia de choque que lo llevó por el camino de la música electrónica que todavía practica en su proyecto Cloud Fish.
El regreso de Spandau Ballet se gestó en la isla balear. Y fue Steve el que dio el primer paso para la reunión. Martin Kemp, que devino en estrella de culebrones, fue a verle a Ibiza, y se atrevió a decirle: «La vida es muy corta. Dale recuerdos a Gary» (compositor de las canciones y principal litigante en la trifulca por los derechos de autor en que acabaron). A partir de ahí, la maquinaria empezó a recomponerse a toda velocidad. En febrero del 2009 grabaron un disco con versiones de sus éxitos y dos temas nuevos. «Estábamos juntos en una misma habitación 19 años después. Tocamos I'll Fly For You y al acabar nos quedamos mudos de emoción», relata. Aun así, tenían dudas. «No sabíamos cómo iba a reaccionar la gente», admite. Pero se disiparon cuando al vender las entradas para su concierto de reencuentro en el 02 Arena de Londres, despacharon 23.000 en 20 minutos.
El público no los olvidó. Norman está tranquilo y exultante: «Ya no hay egos en Spandau Ballet, estamos juntos aún mejor que antes y con mucha energía», asegura, disculpándose por la pérdida de fluidez de su castellano. Además, asegura, Spandau no llega solo para el revival . Vienen dispuestos a competir. Del cantante, Tony Hadley, que siguió afinando en solitario su eficaz voz, depende en gran parte que el retorno dure. Ahora, el músico está feliz y antes de volver a Inglaterra apura las últimas horas en Vigo, donde disfruta paseando por el Castro, cruzando la ría hasta Cangas, llevando a su hija al cole o comiendo bocatas de queso y café en las terrazas, cuenta.
Curiosamente, Steve, el rubio saxofonista, está estrechamente relacionado con Galicia. Concretamente, con Vigo, ciudad a la que acude asiduamente y donde ha pasado buena parte de las Navidades, ya que es aquí donde reside su hija menor, Lara, de 11 años, con su madre, la viguesa Menchu Arquero. Su hijo mayor, Jack, vive ahora con él en Londres. La pareja, ya separada pero muy bien avenida, se conoció en Ibiza. Allí había emigrado en los noventa para lamerse las heridas de la traumática separación del grupo. «Me dolió mucho. Me amargué. Para mí fue un desastre porque éramos muy buenos amigos, una familia. Fue una época muy importante, la banda sonora de mi vida», reconoce. Pero cuenta que se curó con sol y una terapia de choque que lo llevó por el camino de la música electrónica que todavía practica en su proyecto Cloud Fish.
El regreso de Spandau Ballet se gestó en la isla balear. Y fue Steve el que dio el primer paso para la reunión. Martin Kemp, que devino en estrella de culebrones, fue a verle a Ibiza, y se atrevió a decirle: «La vida es muy corta. Dale recuerdos a Gary» (compositor de las canciones y principal litigante en la trifulca por los derechos de autor en que acabaron). A partir de ahí, la maquinaria empezó a recomponerse a toda velocidad. En febrero del 2009 grabaron un disco con versiones de sus éxitos y dos temas nuevos. «Estábamos juntos en una misma habitación 19 años después. Tocamos I'll Fly For You y al acabar nos quedamos mudos de emoción», relata. Aun así, tenían dudas. «No sabíamos cómo iba a reaccionar la gente», admite. Pero se disiparon cuando al vender las entradas para su concierto de reencuentro en el 02 Arena de Londres, despacharon 23.000 en 20 minutos.
El público no los olvidó. Norman está tranquilo y exultante: «Ya no hay egos en Spandau Ballet, estamos juntos aún mejor que antes y con mucha energía», asegura, disculpándose por la pérdida de fluidez de su castellano. Además, asegura, Spandau no llega solo para el revival . Vienen dispuestos a competir. Del cantante, Tony Hadley, que siguió afinando en solitario su eficaz voz, depende en gran parte que el retorno dure. Ahora, el músico está feliz y antes de volver a Inglaterra apura las últimas horas en Vigo, donde disfruta paseando por el Castro, cruzando la ría hasta Cangas, llevando a su hija al cole o comiendo bocatas de queso y café en las terrazas, cuenta.
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